Dr. José de Nordenflycht Concha

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En esta entrada, el historiador del arte José de Nordenflycht reflexiona acerca de cómo la condición fisiológica de ambidiestro se convierte en un atributo cultural en el trabajo artístico de Leonardo Da Vinci a partir de su análisis del libro dibujado «Valle del Arno. Estudio del dibujo de Leonardo da Vinci» de Cecilia Morgado. Este texto fue leído en el lanzamiento del libro que tuvo lugar el sábado 9 de abril de 2022 en el Parque Cultural de Valparaíso.

José de Nordenflycht es historiador del arte y director del Departamento de Artes Integradas de la Universidad de Playa Ancha.

Hace 549 años un joven Leonardo da Vinci nos dejó este testimonio del Valle del Arno que es considerado su primer dibujo, firmado con el epígrafe: “en el día de Santa María de la Nieve, en el día 5 de Agosto de 1473”, hoy conservado como parte de la colección Uffizi ejecutado a lápiz con dos colores de tinta café, 19,5 x 28,6 cm.

O sea, casi las medidas del libro que tenemos entre manos, en formato apaisado.

Hace veinte años Carmen Bambach, la curadora de dibujos del Metropolitan Museum of Art, señalaba sobre este dibujo -en el completo catálogo sobre la exposición “Leonardo Da Vinci Maestro Dibujante”- la posibilidad cierta de que este artista italiano haya sido ambidiestro. Una condición fisiológica pero que él convierte en un atributo cultural. Y es que en la historia del arte hemos sido testigos de que hay dibujos que son puro cálculo. Cálculo sobre lo que elogia la mano. Cálculo sobre lo que devuelve la mirada respecto de lo observado. Esto era el habitual acabado “perfecto” del artesanado en el mundo antiguo.

Pero será precisamente en los albores del mundo moderno en que surgen otros dibujos, que no evidencian su cálculo. Apenas un cálculo sobre el imaginario que arrastra la mano. Un producto mental más que de la mano. “La pintura es una cosa mental”, dirá el mismo Leonardo. Lionello Venturi nos recuerda que será Giorgione el que implemente el sistema propuesto por Leonardo en su Tratado de la Pintura, sobre todo en ello de pintar un paisaje con figuras en vez de pintar una figura sobre un fondo de paisaje. El paisaje ya no será más un telón de fondo. El paisaje será un cuerpo.

Y si el paisaje es un cuerpo, es porque solo aparece ahí donde la relación entre sujetos y objetos se media por su presencia, eso que lo habita y transita es el afán de su representación por medio del dibujo, tal como inferimos del estudio dibujado sobre el dibujo de Leonardo da Vinci que nos presenta Cecilia Morgado, dando al ver de los otros una taxonomía que ordena sus descubrimientos conformados en trazos, manchas y tramas de tajos e interiores que develan curvas y espesores.

Y si el original fue dibujado por un ambidiestro, lo que en realidad se estudia son los efectos de un cuerpo en acción de dibujar. Desde la derecha, avanza la mano levemente estirada de izquierda a derecha. Desde la izquierda, encorva la mano y desde arriba va de izquierda a derecha. El revés del que dibuja es siempre el encuentro a la mirada del otro. Leonardo da Vinci lo evidencia en su trabajo. El lado izquierdo y el lado derecho del rostro no son iguales. Somos asimétricos. Por eso nos reconocemos en el espejo, o podemos hacer un grabado, o incluso inventar la cámara oscura.

Es por lo que una persona ambidiestra es aquella que en general se le confunde con la zurda y se le adiestra obligadamente con la derecha. Pero al final persiste a ese cruce de disciplinamiento corporal y termina dibujando indistintamente con todo en contra.

Todos los que de niños hemos sido declarados zurdos lo sabemos. La orientación del papel, la encuadernación regular de libretas y cuadernos, los pupitres escolares, todo atenta para que se multiplique la posibilidad de manchar con tinta lo que se avanza en trazar.

Pensando en todo esto es que llega a nuestras manos un libro que tiene dos portadas. Lo que de suyo nos desafía porque no hay anverso ni reverso.

Posiblemente una cierta lógica alimentada por la costumbre indicaría que la Presentación de Manuel Sanfuentes y la Carta de Alberto Cruz que anteceden los cuatro Bocetos y Estudios de Cecilia Morgado deberían leerse primero. Bajo esa misma lógica la serie de 15 dibujos acompañados de las citas al Tratado de la Pintura de Leonardo da Vinci y que terminan en un colofón, deberían leerse después.

Aun cuando todo lo anterior se subvierte cuando evidenciamos que más que leer este libro nos interpela a mirar. Y aquí nuevamente una disyuntiva: leemos primero y miramos después, o al revés.

Por todo lo anterior es que este objeto que despliega su destreza en dos presuntas maneras de ser percibido: leyéndolo y mirándolo, podría ser nominado – por un lado o por el otro- como un libro ambidiestro.