La cadena de los días, una recopilación invaluable de las columnas periodísticas de D’Halmar para El Mercurio, editada por el profesor del Departamento de Artes Integradas Ricardo Loebell y publicada por Ediciones Los Diez y la Universidad Federico Santa María, no solo ofrece una razón para volver a las novelas del escritor, todavía frescas en su exploración psicológica de la angustia y su sorprendente humor, sino también abren una nueva perspectiva sobre sus intereses, que incluyen la metempsicosis y la transmigración de las almas, la idea de múltiples seres dentro de cada individuo, y la relación entre la música y la memoria, basándose en fuentes intelectuales que van desde el pensamiento oriental hasta las cartas de amor del estadista Léon Gambetta durante la guerra franco-prusiana y la filosofía de Jean-Marie Guyau.
Justo antes de partir de Chile a la India, donde se desempeñaría como cónsul, D’Halmar decidió organizar sus materiales. Hizo recortes de las 103 columnas semanales que había escrito para el periódico El Mercurio, abordando una variedad de temas tan amplios como su capricho. Los pegó en las páginas grandes de un volumen llamado Prontuario de legislación escolar, un libro sobre la enseñanza primaria de Manuel Antonio Ponce.
El “palimpsesto” permitió que las palabras del primer conjunto de textos se filtraran a través de las delgadas páginas de los periódicos; además D’Halmar trazó líneas con tinta roja para sugerir enmendaciones. Para el autor, el libro era, por lo tanto, no solo un archivo del pasado, sino un texto que se modificó en el presente y que podría sumergirse en el futuro: una obra abierta. Tal objeto sirvió como una metáfora del yo en el tiempo, un cuerpo físico, pero con contenidos inestables, múltiples y accesibles para revisión y reescritura.

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