Área 2:
La pérdida de la estructura en nuestra vida /
Descripción /
Aunque no nos demos cuenta fácilmente, el ambiente ordena nuestros comportamientos, estructurando nuestros tiempos y nuestros espacios. Por ejemplo, el trabajo nos impone una hora de llegada y de salida, nuestra vivienda tiene lugares específicos para dormir, para alimentarse, para conversar, entre otros.
El período de confinamiento y la suspensión de actividades que regularmente realizábamos antes de la emergencia han alterado este orden, proporcionado por el ambiente y la cultura.
Los horarios y el uso de los espacios se han visto trastocados. Por ejemplo, como no es necesario llegar temprano al trabajo nos acostamos más tarde y nos levantamos más tarde, trabajamos en el comedor sin limitaciones horarias, nos llevamos la cena para el dormitorio o las horas del desayuno varían diariamente.
Dado que las cosas han perdido su orden resultan menos previsibles, generando una situación de inestabilidad potenciada por la situación general de incertidumbre que estamos viviendo por la pandemia. El orden familiar y del mundo han sido alterados y, por consecuencia, nuestra mente también se ha visto afectada, provocándonos muchas veces malestar, irritación o ansiedad.
Además, dicho desorden facilita el surgimiento de conflictos entre quienes viven bajo el mismo techo, impactando directamente sobre la atmósfera relacional de la familia.
«El orden familiar y del mundo han sido alterados y, por consecuencia, nuestra mente también se ha visto afectada, provocándonos muchas veces malestar, irritación o ansiedad.».
Consecuencias /
¿Cómo afecta esta situación a nuestros hijos? /
Para entender este escenario es importante tener en cuenta que la estabilidad emocional es una condición que se construye con apoyo del ambiente, a veces de manera implícita y otras veces de manera explícita.
Las personas no nacemos con la capacidad de autorregularnos. Si una lactante tiene hambre requiere de otra persona que lo alimente o si tiene frío que la abrigue. Algo similar ocurre a nivel emocional y si los adultos cuidadores son diestros en el dominio de sus afectos, muy posiblemente también lo serán en enseñar a las niñas y niños a su cargo a regularse a sí mismos en esta área. Ellas y ellos aprenden a regularse emocionalmente con el apoyo de su entorno más inmediato y de sus cuidadores, y los resultados de dicho proceso tienen consecuencias significativas para la vida adulta. Es importante considerar además que dicho proceso se complejiza en el caso de aquellas niñas y niños más impulsivos o inquietos que otros y también se complejiza cuando los padres carecen de las competencias señaladas.
Dado que los niños están en pleno proceso de desarrollo psicológico, los mecanismos de autorregulación no se encuentran consolidados. De ahí que la incertidumbre sea una fuente importante de ansiedad, preocupación e inseguridad en ellos.
Las alteraciones en los hábitos y rutina provocan que su mundo se haga inseguro e impredecible. Los niños y niñas requieren estabilidad, y cuando su vida cotidiana se ve alterada es fácil observar diversos tipos de alteraciones. Aspectos como su ánimo, su comportamiento y sus emociones, fluctúan fácilmente con las alteraciones del ambiente. Además, es razonable estimar que la incertidumbre y la atmósfera general de temor fruto de la pandemia movilice en ellos demandas por seguridad, haciendo que en muchos casos se muestren particularmente sensibles y preocupados por lograr cercanía física con sus cuidadores adultos.
Orientaciones /
¿Qué podemos hacer por las niñas y los niños? /
Es conveniente generar un orden al interior del hogar en estrecha coordinación con los demás miembros de la familia. Es recomendable establecer tiempos para las diferentes actividades hogareñas como para levantarse, almorzar, cenar y acostarse.
Asimismo, es conveniente tener presente tales horarios en un lugar donde todos los puedan ver y reforzar diariamente esta rutina. Considere además dentro de este orden el tiempo de uso de dispositivos electrónicos. La literatura especializada recomienda no más de dos horas diarias para uso recreativo. Asimismo, señala que cuando las familias establecen medidas de control el tiempo de uso de estos artefactos es efectivamente menor. Sea sistemático en la implementación de esta estructura. Es muy posible que en un principio sea difícil que las personas se organicen con esto. Sin embargo, si se realiza un esfuerzo constante se observarán avances en el curso de los días.
Es conveniente implementar este ordenamiento de manera cariñosa y no punitiva. No se trata de establecer un régimen militar que termine estresando a todos más de lo que ya se está fruto de la emergencia. El objetivo de generar un orden es tranquilizar, no alterar más. En esta misma línea, procure ser flexible cuando las situaciones así lo ameriten.
Es importante destacar además que no se trata de que una vez establecidos los horarios esperemos pasivamente que los más pequeños los cumplan religiosamente. Se trata de un aprendizaje y por tanto es necesario de acompañar dicho proceso generando las condiciones propicias para que cada actividad se realice en su tiempo y de manera adecuada. Así por ejemplo, no es posible esperar que los niños se acuesten a la hora acordada si en esos momentos existe mucho ruido o hay mucha luminosidad en casa.
Es importante que los adultos avisen de las actividades que se aproximan y que procuren que las condiciones y los elementos necesarios estén dispuestos para realizarlas. Por ejemplo, si entre 11 y 12 habrá hora de tareas, es recomendable avisar con antelación que dicho momento se acerca y recordar a los mismos niños la necesidad de que vayan preparando el espacio y que busquen los materiales escolares necesarios.